domingo, 7 de enero de 2024

"11, IV. Jardín de niños"

Si nada sobra, nada falta: hay comida
tienes un lecho, ropa limpia
cuadernos de dibujo, libros, juguetes.
Por un azar incomprensible te tocó en suerte nacer
del otro lado de la muralla, en los márgenes.
Pero de cualquier modo no te moja la lluvia
no sufres hambre,
cuando te enfermas hay un medico,
eres querido
y te esperaron en el mundo.
Son muchos
los privilegios que te cercan y das
por descontados.
Sería imposible
pensar que otros no los tienen.
Y un día
te sale al paso la miseria
La observas
y no puedes creer que existan niños
sin pan, sin ropa, sin cuadernos, sin padre.
Te vuelves y preguntas por qué hay pobres
Descubres
que está mal hecho el mundo.

José Emilio Pacheco

miércoles, 4 de enero de 2023

La luna con gatillo

 

Es preciso que nos entendamos.
Yo hablo de algo seguro y de algo posible.
Seguro es que todos coman
y vivan dignamente
y es posible saber algún día
muchas cosas que hoy ignoramos.
Entonces, es necesario que esto cambie.
 
El carpintero ha hecho esta mesa
verdaderamente perfecta
donde se inclina la niña dorada
y el celeste padre rezonga.
Un ebanista, un albañil,
un herrero, un zapatero,
también saben lo suyo.
 
El minero baja a la mina,
al fondo de la estrella muerta.
El campesino siembra y siega
la estrella ya resucitada.
Todo sería maravilloso
si cada cual viviera dignamente.
 
Un poema no es una mesa,
ni un pan,
ni un muro,
ni una silla,
ni una bota.
 
Con una mesa,
con un pan,
con un muro,
con una silla,
con una bota,
no se puede cambiar el mundo.
 
Con una carabina,
con un libro,
eso es posible.
 
¿Comprendéis por qué
el poeta y el soldado
pueden ser una misma cosa?
 
He marchado detrás de los obreros lúcidos
y no me arrepiento.
Ellos saben lo que quieren
y yo quiero lo que ellos quieren:
la libertad, bien entendida.
 
El poeta es siempre poeta
pero es bueno que al fin comprenda
de una manera alegre y terrible
cuánto mejor sería para todos
que esto cambiara.
 
Yo los seguí
y ellos me siguieron.
¡Ahí está la cosa!
 
Cuando haya que lanzar la pólvora
el hombre lanzará la pólvora.
Cuando haya que lanzar el libro
el hombre lanzará el libro.
De la unión de la pólvora y el libro
puede brotar la rosa más pura.
 
Digo al pequeño cura
y al ateo de rebotica
y al ensayista,
al neutral,
al solemne
y al frívolo,
al notario y a la corista,
al buen enterrador,
al silencioso vecino del tercero,
a mi amiga que toca el acordeón:
—Mirad la mosca aplastada
bajo la campana de vidrio.
 
No quiero ser la mosca aplastada.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
No quiero ser abeja.
No quiero ser únicamente cigarra.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
Yo soy un hombre o quiero ser un verdadero hombre
y no quiero ser, jamás,
una mosca aplastada bajo la campana de vidrio.
 
Ni colmena, ni hormiguero,
no comparéis a los hombres
nada más que con los hombres.
 
Dadle al hombre todo lo que necesite.
Las pesas para pesar,
las medidas para medir,
el pan ganado altivamente,
la flor del aire,
el dolor auténtico,
la alegría sin una mancha.
 
Tengo derecho al vino,
al aceite, al Museo,
a la Enciclopedia Británica,
a un lugar en el ómnibus,
a un parque abandonado,
a un muelle,
a una azucena,
a salir,
a quedarme,
a bailar sobre la piel
del Último Hombre Antiguo,
con mi esqueleto nuevo,
cubierto con piel nueva
de hombre flamante.
 
No puedo cruzarme de brazos
e interrogar ahora al vacío.
Me rodean la indignidad
y el desprecio;
me amenazan la cárcel y el hambre.
¡No me dejaré sobornar!
 
No. No se puede ser libre enteramente
ni estrictamente digno ahora
cuando el chacal está a la puerta
esperando
que nuestra carne caiga, podrida.
 
Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.

Raúl González Tuñón

sábado, 14 de noviembre de 2015

LA MISERIA de Raúl Capote Fernández


Silenciosa se esconde
en el escote de la celebridad de turno
en los escaparates radiantes de las urbes muertas
La miseria se esconde en los noticieros que anuncian sol radiante
en Mikonos, Costa Turqueza, Playa Moroma o Maafushi
En los discursos ahitos de los nostágicos
En los maratones de los filólosofos del día después
Turistas zurdos de la ponencia
especialistas del simpósio que giran años tras años alrededor de la palabra
La miseria se esconde en el silbido de las puertas giratorias
en las jeringas cargadas de humo
Hija bastarda de la derecha, carne de su carne
la torna siniestra el olvido, la costumbre, el hábito de mirar sin verla
cojea por la callles centelleantes con sus perros y paraguas
rota, estrujada, con aliento de zopilote, de aura tiñosa, de cuervos hambrientos
Nadie dice que la miseria huele
que es posible encontrarla de pronto en una esquina, en un pasillo
en un trozo de ventana, al pie de los semáforos.
tiene el olor de la basura
terrible olor a cosa muerta
hálito de boca hambrienta
huele a dolor
a olvido milenario
a paredes mustias
a piel cuarteada
a rebelión perdida
a cañamo y polvo de estrellas moribundas
La miseria es nuestra alma insepulta expuesta a las moscas y la lluvia
es una bofetada
garfio desesperado que se tiende en busca de una puerta
siempre cerrada, siempre sin camino
gira y gira por las grandes ciudades
y pasamos sin verla.